No debería haberlo buscado.
Me estaba arriesgando mucho, pero mi supervivencia dependía de ello.
Me quedé mirando su foto casi toda mi vida y creí que lo conocía.
Cuando finalmente tuve las pelotas para acercarme a él me di cuenta de que no era nada de lo que pensaba.
Nada que ver con lo que decía mamá.
Era mucho más.
Mi madre no tenía ni idea de la clase de hombre que había dejado escapar.
Me negué a enamorarme de él.
A dejar que los pensamientos prohibidos gobernaran nuestra nueva relación.
Pero cada día que pasé con él me cambió.
Nos cambiaba a los dos.
Nos convertíamos en algo oscuro y enmarañado.
Algo antinatural.
Algo deplorable.
Algo que quería que durara para siempre.